Sentimos una profunda impotencia frente al suicidio de una compañera, no es solo el dolor por su pérdida, sino por la forma en que la institución Policial de Córdoba, elige mirar hacia otro lado, como si la tragedia fuera un hecho aislado y no el reflejo de un sistema que nos está quebrando por dentro.
Detrás del uniforme hay seres humanos que sienten, se cansan, se frustran y muchas veces se hunden en un silencio forzado por el miedo, la presión y la indiferencia, en la Policía de Córdoba, como en tantas otras fuerzas, se respira una cultura de poder basada en los favores, el silencio y la conveniencia, los ascensos no siempre llegan por mérito, sino por obediencia o por haber hecho “el trabajo sucio” que otros no se animan.
Las imágenes que circulan sobre el mercado laboral no son ajenas a nuestra realidad: también acá, los que se venden mejor son los que ascienden, los que callan prosperan, y los que mantienen su integridad son desplazados o castigados, mientras tanto, el costo humano se acumula en la sombra.
Nadie quiere hablar del estrés, de la angustia, de las crisis de pánico o del insomnio que muchos padecen en silencio, porque mostrar debilidad puede costarte el puesto o, peor aún, la confianza de tus superiores, así se va construyendo una cadena de dolor invisible, donde cada guardia, cada servicio adicional, cada turno interminable deja una marca emocional más profunda.
La muerte de la Sargento Ferreyra no es un hecho aislado, es un grito ahogado de todos los que alguna vez sentimos que no podíamos más, pero seguimos igual, fingiendo fortaleza, es una herida que debería despertarnos, pero que la institución prefiere tapar con una orden fría: “la cobertura de adicional va a ser normal”. Como si la vida de una compañera fuera solo un trámite más.
Da bronca, duele, y sobre todo, deja una sensación de impotencia enorme: porque sabemos que esto podría evitarse si existiera un verdadero acompañamiento psicológico, humano y continuo, no solo cuando ya es tarde. PERO MIENTRAS LOS FAVORES SIGAN REEMPLAZANDO AL MÉRITO, MIENTRAS LA OBEDIENCIA VALGA MÁS QUE LA SALUD MENTAL, Y MIENTRAS SIGAMOS REPITIENDO “ASÍ FUNCIONAN LAS COSAS”, EL SILENCIO SEGUIRÁ MATANDO A LOS NUESTROS. MIENTRAS LOS HIJOS Y FAMILIARES DEL PODER OCUPEN PUESTOS CÓMODOS SIN RIESGO NI COMPROMISO, Y LOS JEFES TEMAN IMPONER DISCIPLINA, LOS QUE REALMENTE DAMOS LA VIDA POR EL CIUDADANO SOLO NOS QUEDA ESPERAR AL 2027 Y ¡VOTAR CON MEMORIA Y DIGNIDAD!

